Unos relatos sobre el caminar por el Museu de Favela

14.3.18 - 

El MUF es todo esto de acá (y un poco más allá)
Sidney Silva Tartaruga nos recibe en la puerta del ascensor. El metro de Rio de Janeiro nos lleva a Mario De Souza Chagas y a mí, hasta esa puerta que luego, los tres juntos, cruzaremos para subir en ascensor (junto un hombre que custodia, sentado en una sillita) hasta una de las entradas de la Favela Cantagalo. Es el fin de los medios de transporte masivos. El resto es a tracción a sangre.
La favela se camina. El calor, el sol y los escalones estrechos son parte del día a día; cosas imposibles de zafar.

Sidney piensa, proyecta, gestiona el Museo de Favela, el MUF, ubicado a lo largo y ancho de las favelas Cantagalo, Pavão y Pavãozinho. Sidney dice ser su “director”; palabra que queda chica, limita su accionar. Sidney piensa y proyecta con otrxs; en primer lugar, con el grupo de mujeres que constituyen junto a él, ésta “organización no gubernamental privada de carácter comunitario”1 .
Rita de Cássia Santos Pinto es una de ellas, es periodista, residente de Cantagalo y es la “curadora de las memorias y acervos” en el MUF. Es, como describe la página web del museo, una “líder comunitaria actuante” que mientras, acompaña a un contingente de turistas extranjeros con su guía que habla en inglés, me ofrece un vaso de agua y me muestra –desplegando textiles- los tapices que forman parte del proyecto “Mujeres guerreras”. Rita los manipula y “custodia” con amor. Me cuenta parte del desarrollo del proyecto, el libro que escribió junto a otras mujeres2, notándose en sus gestos el orgullo que le da su trabajo.

Por su parte, Sidney me muestra las instalaciones de la sede que fue cedida por la Iglesia. Llegamos a una gran mesa donde me indica que ahí, se “cocina” el museo todos los días y donde la toma de decisiones dice no ser tarea fácil. Este museo no es para nada armonioso ni silencioso; por el contrario, los ruidos abundan: las corridas de niñxs que entran a jugar, las puertas que se abren y cierran al pasar, los golpes sobre esa mesa en una acalorada discusión. Todo eso convive junto a los disparos, que a lo lejos se hacen escuchar.
“El museo es todo esto”, dice Sidney en una de las tantas terrazas de Cantagalo (por eso hay que caminarlo). El museo son las casas, los comercios, las iglesias; son las fachadas pintadas por los artistas callejeros que forman la “Galería de Arte a Cielo Abierto” y, también son aquellas resquebrajadas y aquellas refaccionadas. El museo es la música que sale por las ventanas, es el olor a churrasquito y a basura en contenedores, es los sermones a viva voz de los evangelistas, es la panderata sonando, es el saber remontar un cometa, más allá de los techos. El MUF “busca alcanzar la extensión de su territorio – sede”3; un territorio que es vivo, cambiante, mutante, habitado cargado de sentidos y de disputas por esos sentidos.


El MUF tiene una misión clara: convertir los territorios en un “monumento cultural sobre los modos de vida en favela, con generación de trabajo y renta para moradores”4. El modo de pensar así un museo lo carga de vida; principalmente por partir del tiempo presente; de las condiciones de vida actuales, de la economía de los hogares, de los saberes, culturas, artes y creencias de sus moradores. La posibilidad de generar trabajo y redistribuir la riqueza generada en torno a él, entre lxs vecinxs; es parte de la visión a futuro.
Por eso, el MUF tiene claro que los canales de comunicación deben ser diversos y amplios tanto hacia adentro como hacia afuera de las comunidades, por ejemplo, desde su página web podes reservar el “Tour por la favela”. Esto puede dar lugar al debate y la discusión de cuál es el modo apropiado de hacer ese “tour” (si es que hay uno), preguntarnos sobre los intereses que un turista tiene para hacerlo, cómo se predispone al realizarlo, qué es lo que busca, qué es lo que encuentra y qué se lleva de él. En definitiva, ¿qué nos impulsa reservarlo? ¿Desde dónde nos movemos para hacerlo? ¿Desde el exotismo; el fetichismo por lo excluido socialmente? ¿O desde el respeto y dignidad que supone todo modo de vida, posible de ser interpretado desde la escucha atenta, la observación y el aprendizaje?
De cualquier manera, las visitas al MUF son fundamentales para las favelas y sus moradorxs; es un modo de re-vincular esos territorios a la ciudad -de la cual son parte, pero que a la vez, los expulsa- y un modo efectivo de contar con fondos para continuar con sus proyectos territoriales, con su visión. Así, se proyectan “jardines verdes” en aquellos espacios intersticios entre escaleras, pasillos y casas; talleres con niñxs y mujeres; investigaciones en torno a las historias y memorias de lxs moradorxs; el diseño y producción de exposiciones temporarias o la edición de un libro.

El MUF son los vecinos y vecinas.
Una casa se abre y una persona te recibe, conversa con vos, se ríe y comparte su cerveza helada. Esa situación me hace pensar que la “alegría brasilera” (tan famosa mundialmente) es ese exacto momento; es el rostro de cada unx de lxs vecinxs, son sus charlas y risas.

La idea de extensión territorial es concreta: una vecina me recibe y me convida una cerveza. Saludo a su familia y charlamos de su trabajo para el museo. Todas esas imágenes generadas en un momento, suelen ser solapadas por aquellas de armas de guerra y paquetes de drogas, narcos y policías; difundidas masivamente por los medios de comunicación.
Agradezco el trago y continúo la caminata con Sidney. Los pasillos vuelven a estar presentes junto con el calor y la humedad, el aire se torna denso, las personas salen de sus casas reuniéndose en ellos, pido permiso para esquivarlos y lxs niñxs remontan cometas y vigilan; ríen y controlan, a la vez.


Llegamos al “Corredor de la fama de talentos de la comunidad” donde sobre las paredes y, pintados por graffiteros de la comunidad, se encuentran vecinxs que se han destacado en artes y deportes. Entre ellos, descubro a Sidney, pero no está allí por el MUF sino por la capoeira. Sidney es bailarín y profesor y eso lo supe, antes de llegar, al escuchar a un chico diciéndole “¡Hola profesor!”

El MUF son los morros.
El MUF es también aquello que se considera “lo natural” que rodea y contiene a las favelas. Subimos un morro áspero, con escasa vegetación donde nos quedamos mirando la ciudad; Rio de Janeiro parece un tanto ajena. Sin embargo, los límites con la zona baja, altamente urbanizada, no son tan impenetrables (como algunos pretenden que sean) con aquella zona alta que asciende pegada al morro, redibujando su figura. Casas de seis o siete pisos, se mezclan con algunas edificaciones más consolidadas hechas por el Estado, para vecinos que han sufrido situaciones de derrumbe.
Ambos miramos el paisaje, en silencio. Sidney parece que lo compone en su cabeza, imaginándolo, creando tal vez un paisaje futuro, un poco más justo donde el MUF sea parte, bien anclado a esos morros.
Este año, el museo cumple diez años y, mientras saco fotografías panorámicas, pienso en qué implica para un museo así, cumplirlos. Tal vez definirse como un museo vivo, de construcción permanente, tener una visión clara hacia dónde ir, de proyectos articulados con otrxs (museos, universidades, profesionales, agrupaciones, secretarias estatales), de redes y asociaciones que sostienen el trabajo, haga que todo sea compartido y celebrado con alegría, de manera colectiva.

Son diez años de vida para este proyecto de museología social que apuesta a poner en valor y en circulación todos los rincones de las favelas y sus rostros; impulsando tiempos y espacios de ciudadanía para sus moradores.
El MUF es, en definitiva, un lugar de ser y estar en el mundo, posible.

Julieta Rausch, Museóloga.
Bahía Blanca, Argentina.

Agradezco a Sidney Tartaruga la caminata del domingo 21 de enero del 2018 y las conversaciones pausadas que me permitieron comprenderle.
Agradezco al maestro Mario Chagas por ser el puente de tal experiencia.
1 Extraído de página oficial: www.museudefavela.org
2 Histórias de vida e Memória Social. 2016, Museu de Favela.
3 Extraído de página oficial: www.museudefavela.org
4 Ídem.